miércoles, 6 de mayo de 2015

No hay nadie en casa

Después de veinte años morando un cuerpo extraño, habitando una casa desconocida y observando en el espejo un ser oculto; un ánima agónica ha venido a la superficie. Mi ausencia interior no era tan insignificante, pues mi identidad no estaba extinta. He sido diagnosticada con depresión clínica y así es como me he sentido toda mi vida, como un sueño en el que no estoy. 
 


No hay nadie en casa

Llorar fluidos de amor resplandecientes,
donde chispas plateadas de mercurio,
y tizones cosechan campos de guerra.
Vidrios de milagro amorfo fragmentado
rompiendo esbozos incognitos y clandestinos.
Sombrías miradas de invisibles transeúntes
se untan locura en los ojos por precaución.
Y los relojes exhaustos ruedan disparatados
emigrando extravagantes a gatas; inaugurando
las calles abstractas para una naturaleza nueva.
Los edificios se tuercen y resbalan con la noche.
Se enfurecen las llamas nómadas ya registradas,
pero los gritos son inaudibles para los asistentes.
El peso de un yunque desplomándose sobre mi;
Tus ojos diciendome al fin, ''te amo''.

Autor: Janeth Mendoza 

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