No hay nadie en casa
Llorar fluidos de amor resplandecientes,
donde chispas plateadas de mercurio,
y tizones cosechan campos de guerra.
Vidrios de milagro amorfo fragmentado
rompiendo esbozos incognitos y
clandestinos.
Sombrías miradas de invisibles transeúntes
se untan locura en los ojos por precaución.
Y los relojes exhaustos ruedan disparatados
emigrando extravagantes a gatas; inaugurando
las calles abstractas para una naturaleza
nueva.
Los edificios se tuercen y resbalan con
la noche.
Se enfurecen las llamas nómadas
ya registradas,
pero los gritos son inaudibles para
los asistentes.
El peso de un yunque desplomándose sobre mi;
Tus ojos diciendome al fin, ''te amo''.
Tus ojos diciendome al fin, ''te amo''.
Autor: Janeth Mendoza
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